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Imagen de N. S. de la Consolación en el templo de S. Rita |
Oración
de Juan Pablo II
a la Virgen
de la Consolación
Virgen santísima,
sé tú el consuelo único y perenne
de la Iglesia a la que amas y proteges.
Consuela
a tus obispos y a tus sacerdotes,
a los misioneros y a los religiosos,
que deben iluminar y salvar
a la sociedad moderna, difícil y a veces hostil.
Consuela
a las comunidades cristianas,
dándoles el don
de numerosas y firmes vocaciones sacerdotales y religiosas.
Consuela
a todos los que están investidos de autoridad
y de responsabilidades civiles y religiosas, sociales y políticas,
para que siempre y sólo
tengan como meta el bien común
y el desarrollo integral del hombre,
a pesar de las dificultades y derrotas.
Consuela
a tu pueblo,
que te ama y te venera;
a las muchas familias de los emigrantes,
a los desocupados,
a los que sufren,
a los que llevan en el cuerpo y en el alma
las heridas causadas
por dramáticas situaciones de emergencia;
a los jóvenes,
especialmente a los que se encuentran,
por muchos y dolorosos motivos,
extraviados o desanimados;
a todos los que sienten en el corazón
una ardiente necesidad de amor,
de altruismo,
de caridad,
de entrega,
y cultivan altos ideales de conquistas espirituales y sociales.
Madre Consoladora,
consuélanos a todos,
y haz comprender a todos que
el secreto de la felicidad está en la bondad
y en seguir siempre fielmente a tu Hijo Jesús.